El desafío de El Palmar: conservar un santuario de animales y plantas que cohabitan con 10 comunidades

Esta Área Natural de Manejo Integrado tiene una palmera única en el mundo. En un territorio con alta actividad agrícola y ganadera, coexisten el oso jucumari, la paraba frente roja y el cóndor andino, entre otras especies de fauna y flora muy amenazada.

El Palmar es uno de esos sitios todavía inexplicables de la naturaleza. Un lugar con islas de una palmera única en el mundo —Janchicoco (Parajubaea torallyi)— que puede vivir más de 500 años a más de 3.200 metros sobre el nivel del mar. Es el único lugar en Bolivia, donde la Paraba frente roja (Ara rubrogenys) se reproduce en nidos que construye en la punta de troncos de esa palmera. Un lugar donde el oso jucumari (Tremarctus omatus) cohabita con el ser humano y, pese a las amenazas, logra reproducirse. El único sitio, hasta ahora conocido en el país, donde una bandada de cóndores andinos (Vultur gryphu) llega a bañarse y sale a tomar el sol. Un tesoro natural que enfrenta el desafío de conservar su alta biodiversidad en medio de deforestación, incendios forestales, e intensa actividad agraria y ganadera.

El Palmar está en Chuquisaca, en medio de un paisaje muy degradado como los valles secos interandinos: un ecosistema de mesetas, colinas y montañas. Le debe su nombre a la palmera janchicoco, vocablo quechua que significa “coco molido”; una especie amenazada que puede alcanzar 28 metros de altura y cuyo tronco puede tener hasta 60 centímetros de diámetro. Una especie que en 2021 fue alcanzada por un incendio forestal que devoró una parte importante de sus bosques. En resumen, El Palmar es un Área Natural de Manejo Integrado (ANMI) de 595 kilómetros cuadrados de extensión, en cuyo interior viven 10 comunidades quechuas dedicadas principalmente a la agricultura y la ganadería, quienes comparten territorio con animales y plantas de alta importancia.

Janchicoco, la palmera símbolo de esta área protegida. Foto: Rocío Lloret Céspedes

Un santuario de especies amenazadas

Tomás Calahuma, el actual jefe de guardaparques de El Palmar, llegó a esta área protegida nacional en 2022 y, desde entonces asegura que ha recorrido todos sus rincones. En enero pasado, pidió a dos de sus compañeros que vigilaran un farallón donde sospechaba había actividad reproductiva de una pareja de cóndores, especie “Vulnerable” a la extinción. Así se descubrió un nido con un pichón macho que por entonces tenía aproximadamente mes y medio de edad. Aquello fue una motivación extra, ya que actualmente los “guardas” siguen el desarrollo del ave, su alimentación, el cuidado paterno y los primeros vuelos. “Es el primer registro (de nacimiento) para El Palmar”, dice Calahuma.

Tomás Calahuma, jefe de guardaparques durante un monitoreo de especies.

Pero aquel no fue el único nacimiento que los guardianes de este ANMI pudieron registrar. En 2021, gracias a cámaras trampa, observaron a dos crías de un osezno junto a su madre en un bosque de palmera janchicoco. Similar número de cachorros se anotó en 2022, mientras que, en 2023, se captó a una cría con su madre. Para este año también se tiene un registro. “Quiere decir que El Palmar es un área muy importante para la especie, porque reúne condiciones de topografía y partes prístinas (bosque primario o virgen)”, opina Tomás. La especie también se encuentra en estado “Vulnerable” a la extinción.

De igual manera, la Paraba frente roja, un ave que únicamente habita en los valles secos interandinos de Bolivia y está en peligro crítico de extinción, se ha reproducido con éxito. En 2021, luego de un censo nacional de la especie, se estimó que su población total en vida silvestre alcanzaba unos 1.200 ejemplares. Durante ese conteo, en El Palmar se registraron ocho nidos en palmera janchicoco. En 2022, el reporte dio cuenta de otros ocho nidos. “Aunque no pudimos monitorearlos con cámaras trampa, consideramos que la mayoría fueron exitosos porque (los nidos) estaban en troncos muy altos”, dice Calahuma. El año pasado se reportaron siete nidos y en lo que va de 2024, otros siete están apuntados.

Una cría de oso de anteojos en un paraje del área protegida. Foto: Gentileza AMNI El Palmar/Sernap

En un territorio en el que fauna silvestre cohabita con comunidades campesinas de origen quechua, los reportes de nacimientos no deja de ser una esperanza. Pero, además, las cámaras trampa instaladas en puntos estratégicos, han detectado la presencia de animales no registrados para esta zona. “Por ejemplo, salieron puercoespines, lo mismo que iguanas; algo que debe ser estudiado”, afirma el jefe de guardaparques.

En el tema de flora, además de janchicoco, este ANMI es hábitat de otras plantas endémicas de Bolivia, como la kewiña (Polylepis tomentella). Asimismo, hay zonas, como una porción de bosque boliviano-tucumano, donde la palmera mencionada convive con el pino de monte (Podocarpus parlatorei), el ceibo y el cedro; especies de flora que están en vías de extinción.

“Lo llamativo también es una enorme diversidad de cactus que todavía no está siendo estudiada ni explorada. Hay especies que serían nuevas para la ciencia y para Bolivia. Son cactus arbóreos y diminutos, que apenas se pueden diferenciar de la vegetación”, dice el biólogo Guido Saldaña, coordinador del Programa Paraba Frente Roja, de la Asociación Civil Armonía, organización que trabaja en la conservación de aves amenazadas de Bolivia.

“Tu casa, mi casa, nuestra casa”

En El Palmar, la Paraba Frente Roja no se desplaza en bandadas como sucede en otros sitios de su hábitat. Foto: Tomás Calahuma.

Armonía trabaja en El Palmar desde 2021, cuando los resultados del censo de esta paraba confirmaron el nacimiento de pichones en troncos de janchicoco; algo inédito porque inicialmente se creía que el ave solo se reproducía en farallones de gran altura. Por eso, como una de sus estrategias para salvar a la especie, ahora busca proteger los bosques de esta palmera, en coordinación con las comunidades que viven dentro del área protegida.

“Una de las principales amenazas (de los bosques) son los incendios forestales y se trata de una especie (de palmera) que realmente tarda mucho en crecer y desarrollarse. Por eso pensamos en una restauración a través de la siembra directa”, explica Saldaña.

La otra preocupación del biólogo y su equipo es que se detectó que ciertos nidos de paraba fueron puestos en troncos demasiado deteriorados y se perdieron pichones y adultos. Por ello se instaló 40 cajas-nido artificiales; en dos de las cuales se vio “indicios de adopción”. Aunque todavía no hubo éxito, “tenemos mucha esperanza en que esta temporada reproductiva (las parabas) puedan usar alguna caja nido para reproducirse, ya que en el género Ara, es normal que los individuos sean bastante cuidadosos en usar huecos para nidos”, asegura el biólogo Saldaña.

Pero janchicoco no solamente beneficia a la Paraba frente roja. Sus frutos, una especie de coco con varias capas de fibra antes de llegar a una semilla tipo almendra, son el alimento preferido del oso de anteojos en esta zona.

El fruto de la palmera Janchicoco es aprovechaco por las comunidades del área, el oso jucumari y el ganado vacuno. Foto: Rocío Lloret Céspedes.

Mauricio Peñaranda, biólogo que ha trabajado varios años en investigaciones sobre la especie, dice que su presencia en El Palmar es bastante particular respecto a los otros sitios donde está registrada la distribución del oso de anteojos. “Se sabe de muy pocas poblaciones (en valles secos interandinos). Es decir, la especie ha vivido ahí durante muchos años, pero al ser estos valles utilizados por las personas, la tasa de deforestación es súper alta; también la matanza de estos animales. Por ello, si se toma en cuenta las poblaciones de oso andino en los valles secos, sí se podría considerar un santuario, principalmente porque sabemos que son pocas, fragmentadas, y por tener un lugar donde todavía puede reproducirse. No sabemos de muchos otros lugares donde esté ocurriendo esto”, explica.

Entre otros hallazgos, Peñaranda confirmó que en alrededores de bosques de palmera janchicoco, la probabilidad de tener jucumari es bastante alta. Así también, un estudiante de Biología encontró que el animal se alimenta de la cubierta del fruto de janchicoco. En ese contexto, el área protegida representa una parte importante para su conservación.

Hasta ahora no se sabe el número de ejemplares que habría en este lugar, por imágenes de cámaras trampa, hasta 2021 se estimaba 20 a 30 individuos que básicamente estaban en dos zonas: El Palmar y Palmarcito. Esta última fue la más afectada por los incendios forestales en 2021.

“Cuando hubo este incendio, se quemó un parche muy grande del cerro Palmarcito, donde vivía la mayor parte de osos, por tanto, seguramente esto ha tenido incidencia negativa sobre la población. Por lo que me comentan los guardaparques esas palmeras no han muerto, pero no están dando frutos y eso significa menos comida para el oso, mayor desplazamiento y mayor conflicto con las personas”, afirma el biólogo.

El año pasado hubo 13 casos de conflicto entre el ser humano y oso jucumari por ataques al ganado vacuno, según registros del Servicio Nacional de Áreas Protegidas (Sernap). Uno de ellos derivó en un proceso por biocidio. “El principal alimento del oso es el fruto de janchicoco y también lo es del ganado. En términos de población, el ganado es mayor en número, entonces para el oso no queda nada, y esa es la principal problemática que tiene El Palmar. Porque para el agricultor, una cabeza de ganado es como un ahorro en el banco”, explica Tomás Calahuma, el jefe de los guardaparques.

Frente a ello, tanto guardaparques como Armonía, la organización que trabaja en el área, apuntan a la educación ambiental y alternativas sostenibles como el turismo comunitario, para lograr la coexistencia de las comunidades y las especies de fauna. Hasta ahora —dice Tomás— la gente se ha apropiado de la Paraba frente roja, el oso jucumari y el cóndor andino, como emblemas del territorio. De ahí que reforzar estrategias para lograr una coexistencia en equilibrio es uno de los objetivos a corto plazo.

El faro del turismo

Desde este mirador es posible observar Cóndor Bañana, el sitio al que una bandada de cóndores llega a refrescarse. Foto: Rocío Lloret Céspedes.

Tras la pandemia por Covid-19, El Palmar ha retomado el impulso para incentivar la visita de turistas. Con cuatro circuitos que permiten el avistamiento responsable de fauna, tanto comunidades como guardaparques esperan lograr la ansiada autosostenibilidad económica del área. Así, 2022 cerró con 412 turistas (30 extranjeros), mientras que el año pasado hubo 689 (59 foráneos). Este año se espera superar esa cifra con la promoción de influencers invitados al ANMI, y mejoras en cuanto a hospedaje y transporte especialmente.

Y es que no es difícil promocionar los atractivos de este destino natural, no solo por su biodiversidad, sino por sitios hasta ahora inéditos en Bolivia. Uno de ellos, “Cóndor Bañana”, permite ver grupos de hasta 30 cóndores tomando baños en una poza natural, para después secarse bajo el intenso sol, mostrando toda su majestuosidad.

En distintas zonas del área es frecuente observar cóndores en su esplendor.

Para Diego Méndez, especialista del Programa de Investigación de Aves Rapaces en Bolivia, “en el país no se conocen otros sitios con características similares”. De hecho, tener tales congregaciones de cóndores en una localidad específica, “es muy interesante, porque probablemente indica que este tipo de lugares tienen, en general, una distribución geográfica, dispersa y restringida”.

Si bien un solo cóndor puede moverse a través de áreas de campeo de hasta alrededor de 40 mil kilómetros cuadrados; una superficie mayor a la de una sola área protegida, contar con el ANMI El Palmar, donde la especie encuentra espacios naturales clave para su ciclo vital —como son sus dormideros, sitios de anidación, alimentación, y un bañadero único en su tipo— es muy importante para su conservación.

Por las calles de El Palmar, una de las diez comunidades que está en el ANMI, las imágenes de animales y janchicoco reflejan un compromiso de la gente por mejorar la coexistencia entre el ser humano y una biodiversidad todavía no del todo estudiada. “Aquí la gente ha empezado a apropiarse del turismo como alternativa económica y eso es importante. Las amenazas existen, incendios, conflicto con la fauna, pero es verdad también que es posible la conservación y el desarrollo”, finaliza Tomás.